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En 1876, apoyándose en la teoría de la regularidad que suponía la ‘ley fonética’, los neogramáticos proponían que: “cualquier cambio fonético siempre afectaba una comunidad

8 Aquí los dos principios propuestos por los neogramáticos, en Iordan (1970: 17): (i) “Every change of sound, in so far as it is a mechanical process, takes place according to laws which admit of no exceptions; that is to say, every individual speaker of a language – questions of dialect apart – and all words in identical conditions, are subjected to certain identical laws; (ii) The creation of new speech forms by means of analogy plays a very important part in the life of the modern tongues”.

9 Para Scheleicher, las lenguas eran, al igual que organismos vivos, observables en su evolucíon. Lo que suponía leyes independientes de la influencia humana (Vàrvaro 1988: 70; 2005: 70). Esta teoría, sin embargo, no duro demasiado y fue reemplazada por la teoría de las ondas con Johannes Scmidt (Gauger 1989: 88).

de habla10 en su totalidad y de manera uniforme. La única excepción para tal ley se daría cuando se presentara una división en el dialecto, en cuyo caso afectaría sólo a una parte de la comunidad y dejaría la parte restante intacta. En tal caso, las dos partes resultantes también se comportarían de manera uniforme” (Bynon 1979: 173). Esto supone, por lo tanto, que los dialectos, para los neogramáticos, eran entidades discretas cuyos límites podían ser demarcados con exactitud.

Dicha teoría es el puntapié que lanza la geografía lingüística al campo de acción, pues de allí nace la necesidad de la comprobación cartográfica a gran escala. Ya antes hubo otros trabajos que incluían descripciones cartográficas, como el de Ascoli en Saggi ladini, y otros que no fueron muy tenidos en cuenta por su poco material y falta de rigurosidad en su método (Vàvaro 1988: 151). De manera que el método aún no había entrado en pleno rigor. Así, desde la misma corriente neogramática y en el mismo año en que se había propuesto la teoría de la regularidad (1876), George Wenker emprendió una encuesta dialectal por correspondencia de 40 frases en más de 1.500 localidades alemanas que, en lo corrido hasta 1887, aumentó a casi 50.000 localidades. Su objetivo era demostrar que la variación consonántica en los dialectos del bajo y alto alemán tenía límites definidos que separaban estos dos territorios. La gran esperanza de Wenker, por lo tanto, era trazar de una vez por todas líneas divisorias precisas entre uno y otro dialecto, mediante su encuesta (Chambers and Trudgill 1994: 39-41; Bynon 1979: 174-175).

Infortunadamente, para las expectativas de Wencker, sus resultados no reflejaron la división nítida que esperaba entre el norte y sur de Alemania. Sin embargo, los datos logrados sí reflejaban cambios fonéticos progresivos en el tiempo que además no eran regulares en todos los territorios. Es decir, convivían formas nuevas y antiguas (Bynon 1979: 178), lo que puso en evidencia la debilidad de la teoría neogramática del cambio regular. Pero el proyecto de Wenker, aunque no daba los frutos esperados, dejaba un precedente de gran importancia para lo venidero en materia de estudio dialectológico. Su método, aunque no tuvo la

10 Romaine define comunidad de habla así: “A speech community is a group of people who do not necessarily share the same language, but share a set of norms and rules for the use of language (Romaine 1970: 22). Cabe también distinguir otros dos términos que suelen recurrir en este contexto: Comunidad lingüística y comunidad idiomática. Según Gimeno (1987) en Lopez (2004: 180) el primer término, comunidad lingüística, se refiere al

“conjunto de individuos que en un momento y en un territorio determinado hablan una lengua dada”.

Comunidad idiomática, por otra parte, se refiere al “conjunto de individuos pertenecientes a una lengua históricamente establecida”.

rigurosidad científica ideal11, exponía la gran potencialidad de comprobación empírica del método geográfico lingüístico.

No pasaría mucho tiempo antes de que el suizo Jules Gilliéron (1854-1926), con la colaboración del francés Edmund Edmont (1849-1926), iniciara en Francia (1897) un trabajo sin precedentes en la historia de la dialectología, cuyos resultados se publicarían en lo que fue la primera parte del Atlas Linguistique de la France (ALF) en 1902, con un método mucho más riguroso que los intentos anteriores12. De esta manera se marca el inicio de una nueva etapa para la dialectología. Es por ello que dentro de la historia de la lingüística no es la lingüística germánica sino la románica la que se reconoce como la iniciadora del método geográfico lingüístico.

A Edmund Edmont se le reconoce la ardua labor de recoger el material para el ALF entre 1897 y 1901 con los informantes escogidos a su propia discreción; nativo del lugar, siempre que fuera posible. Su método consistía en hacerles traducir en dialecto, las palabras y las frases de su cuestionario. Gilliéron escogió a Edmont por tener un buen oído y por no ser lingüista, lo cual evitaría ser influenciado por su conocimiento o influenciar a los informantes.

No obstante, Edmont conocía muy bien los ‘patois’ y la psicología de los campesinos (Dauzat 1948: 8-9). De esta manera se recorrieron 639 localidades, entrevistando a 720 informantes a lo largo y ancho de Francia, con un cuestionario de 1920 preguntas para extraer igual cantidad de palabras (Jaberg 1959: 13, Coseriu, 1985: 120).

Otro de los ingredientes de este caldo de cultivo para los principios de la geografía lingüística sería el romanticismo de la lingüística románica del momento. De allí que si para la lingüística germánica la intención principal del estudio de los dialectos, era la de comprobar las fronteras dialectales y, por ende, la veracidad de las leyes fonéticas, para la lingüística románica, era la idea romántica de rescatar los dialectos de la extinción debido al nuevo auge nacionalista y la imposición de formas idiomáticas “correctas”, además de la de establecer una base empírica que permitiera comparaciones más fieles a la realidad lingüística (Montes 1970: 37, 72; Coseriu 1985: 118).

11 El cuestionario tan breve y la encuesta realizada por correspondencia no garantizaban ni la suficiencia del material ni la veracidad de la información obtenida (Vàvaro 1988: 152).

12 Además de G. Wencker, también H. Fischer había hecho su aporte con el pequeño atlas de Suecia (Tübingen 1895), de 28 mapas y G. Weigand, con Linguistischer Atlas des dakorumänischen Sprachgebietes (Leipzig 1898-1909), de 67 mapas. Incluso, el mismo Jules Gilliéron, en 1880, ya había publicado un atlas regional llamado Petit Atlas phonétique du Valais roman, conformado por 30 mapas (Dauzat 1948: 15-16; Pop 1950:

183-187; Coseriu 1985: 117-118).

A partir de los resultados de su atlas y de los estudios posteriores devenidos de éste, es que realmente empieza una nueva manera de aproximarse al desafío que impone la descripción y análisis lingüístico de los dialectos. La dialectología románica, así, se hizo merecedora del título de precursora de uno de los métodos más productivos en la historia de la lingüística. Al fin la dialectología contaba con un método sistemático que le daba las herramientas necesarias para desprenderse del yugo que le imponía la lingüística comparatista y sus investigaciones etimológicas del siglo XIX. El peso científico del nuevo método abriría las puertas para la dialectología al campo de acción del nuevo orden de la lingüística del siglo XX.