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Capítulo 3. Marco teórico

3.3. El espacio geográfico y sus principales enfoques conceptuales

3.3.3. El destino turístico como unidad básica para el análisis territorial del turismo. turismo

3.3.3.8. Impactos del turismo

El turismo, como cualquier otra actividad económica, posee un impacto en el entorno físico y humano que lo rodea, el cual puede ser positivo o negativo. Este impacto se magnifica en el caso del turismo, si tenemos en cuenta que la actividad en sí se sustenta en los atractivos de los lugares donde se asienta. No podemos olvidar, que el turismo tiene la peculiaridad de que es producido y consumido en el mismo espacio, motivo por el cual, algunos autores como Barrado (2004: 48) advierten de que

“cualquier modificación que se introduzca en el territorio de producción se está introduciendo no sólo en el de consumo, sino también en el producto consumido, actuando positiva o negativamente en la percepción y en los niveles de satisfacción que de él reciben los turistas”.

Por lo tanto, de las actividades turísticas se derivan multitud de consecuencias para las áreas receptoras de visitantes (destinos), que han sido ampliamente analizadas (OMT, 1999; Fullana y Ayuso, 2002; Pardellas y Padín, 2004). Según Reyes (2011:43) los impactos pueden ser divididos en tres fases: 1) los derivados de la fase de

construcción e implantación del equipamiento turístico y las infraestructuras, 2) los producidos en su estado de funcionamiento operativo, y 3) los generados por las actividades que realizan los propios turistas. El desarrollo de cada una de estas fases conlleva determinados impactos económicos, socioculturales y ambientales.

Desde el punto de vista económico, el desarrollo de la actividad turística se ha valorado casi siempre por sus impactos positivos sobre la economía, al ser un motor de creación de empleo, por tener un efecto multiplicador respecto a otros sectores económicos, y ser generadora de riqueza. En cambio, los impactos socioculturales y ambientales provocados por el turismo, generalmente se han abordado a partir de sus repercusiones negativas.

Los impactos socioculturales del turismo en un destino, son el resultado de las relaciones sociales mantenidas entre turistas y residentes, cuya intensidad y duración se ven afectados por factores espaciales y temporales. En este sentido, son numerosos los estudios y autores que han indagado en las repercusiones que tiene el turismo sobre la cultura, las costumbres, el folklore, las creencias y los valores, de los destinos de acogida de los turistas. Esta abundancia de estudios, también acontece en torno a los impactos ambientales derivados del desarrollo de la actividad turística: repercusiones sobre el medio atmosférico (emisiones de CO2), medio acuático (vertidos de aguas residuales, consumo de agua,…), medio terrestre (consumo de territorio y transformación de usos del suelo), medio biótico (degradación y desaparición de ecosistemas), etc.

Los impactos del turismo, tanto los positivos como los negativos, varían en el espacio y en el tiempo. Por esta razón, el conocimiento de la temporalidad de los flujos turísticos y la oferta existente en un destino, es básico para comprender determinados impactos derivados del exceso de la capacidad de carga ambiental y social, que puedan acontecer en un destino durante un espacio de tiempo concreto. Así por ejemplo, la concentración de grandes flujos de turistas sobre un mismo espacio y tiempo, se traduce en determinados impactos sobre la sociedad y los recursos naturales del territorio de acogida de los turistas. La gestión de estas fluctuaciones de la actividad turística, es uno de los grandes retos que plantea la sostenibilidad del turismo, y de ahí el necesario estudio de la estacionalidad.

Por regla general, se reconoce que existe un umbral de tolerancia en cuanto a la XX, los impactos del turismo sobre los destinos de acogida, fueron incrementándose de forma exponencial al mismo ritmo que iba creciendo la actividad turística. Tras décadas de desarrollo desenfrenado, a partir de la década de los años ochenta, empezaron a escucharse voces críticas, que reclamaban la necesidad de un turismo sostenible, en contraposición a los impactos ambientales y sociales que estaba provocando el turismo de masas (Clarke, 1997).

En el año 1980 con la Declaración de Manila4, ya se hace énfasis en el papel del turismo como factor social y económico de las diferentes comunidades donde se desarrolla, y como debe ser respetuoso con la cultura y las costumbres, además resalta la necesidad de valorar la carga turística y su efecto en el medio ambiente y la necesidad de su preservación, tanto para el propio mantenimiento de la actividad turística como para la humanidad en general (Reyes, 2011). Sin embargo, la relación entre turismo y sostenibilidad empezó a adquirir mayor trascendencia a partir de la publicación del informe Brundtland5 en el año 1987, en el cual se formalizó el concepto desarrollo sostenible. El cual sirvió de base para la formulación del concepto turismo sostenible, que según la OMT (1993), debe entenderse “como aquel que tiene plenamente en cuenta las repercusiones actuales y futuras, económicas, sociales y medioambientales para satisfacer las necesidades de los visitantes, de la industria, del entorno y de las comunidades anfitrionas”.

4 OMT (1980) ‘Declaración de Manila sobre el Turismo Mundial’. Conferencia Mundial del Turismo.

1980. Manila (Filipinas).

5 La Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo publicó el Informe Brudtland (1987) definiendo el concepto de «desarrollo sostenible» como el «desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.

La aplicación de la filosofía del desarrollo sostenible al turismo, se ha centrado tradicionalmente en promover un sistema turístico compatible con el medio ambiente, viable económicamente y equitativo socio-culturalmente, habiéndose de establecer un equilibrio adecuado entre esas tres dimensiones para garantizar su sostenibilidad a largo plazo. Esta nueva forma de ver y hacer turismo, implica revalorizar el sistema turístico en clave de sostenibilidad (OMT, 1995)6, para lo cual el crecimiento debe ser respetuoso con la capacidad de carga límite de los destinos, la reducción de los impactos negativos derivados del turismo, la preservación de los entornos sociales y culturales de los destinos turísticos y la puesta en valor del turismo sostenible (Estrategia Española de Desarrollo Sostenible, 2007).