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Hall & Mc Grew (1992: 275) clasifican los tipos de construcción identitaria de sujeto en tres épocas, sujeto de la ilustración, sujeto sociológico y sujeto posmoderno. Partiré de esta clasificación para identificar la construcción identitaria en Colombia.

La construcción del sujeto de la Ilustración se enmarca en una identidad fundamentada en la creencia de un sí mismo estable, con permanencia en el tiempo y en espacios definidos y delimitados, con continuidad espiritual y sentido de interioridad. Desde esta perspectiva, los individuos eran centrados, unitarios, con memoria, sentimientos, razón, consciencia y voluntad estables (Morgenthaller 2008: 131). A pesar de las contingencias del tiempo, las experiencias y las relaciones, los sujetos permanecen siempre como sí mismos, con una esencia de yo que otorga al nacer, rango social, género y clan familiar; así el individuo contaba con una sensación de pertenencia, comunidad, estabilidad y seguridad.

En el plano social, se fueron configurando los referentes identitarios de la nación, lo cual implicaba pequeños universos homogéneos ligados por la etnia, la lengua y las prácticas culturales; en el plano político, el Estado trató de ‘garantizar’, a través de la obediencia de sus súbditos, la culminación de un destino nacional, un destino compartido (Bauman 2005:

47-53):

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En cada una de estas versiones de la identidad se manifiesta el interés de establecer con toda claridad los límites entre el ‘nosotros’ y el ‘ellos’, entre ‘lo mismo’ y ‘lo diferente’; ‘el adentro’ y ‘el afuera’, y en esos límites, el mundo deviene en blanco y negro, pues pareciera que sólo se puede estar en uno de los polos. (Prada & Ruiz 2006: 18).

La diferencia entre lo propio y ajeno, lo mismo y lo diferente, el adentro y el afuera se relacionan con la postura latinoamericana de Rojas (2011: 15) quién afirma que en la historia del pensamiento occidental se han delimitado dos grandes tendencias acerca del concepto de identidad, identidad de la mismidad e identidad en la diferencia.

La identidad de la mismidad parte en Occidente de la exclusión de la diferencia, la alteridad o la pluralidad, al igual que al enfocarse en la identidad se ha olvidado la diferencia. Rojas G. (2011: 21) para ilustrar el fraccionamiento en la mismidad parte de Leibniz en el Nuevo tratado del entendimiento humano, quien esgrime razonamientos que lo llevaron a obstaculizar la mismidad y negar la diferencia como componente de la identidad. Sin embargo Rojas G. (2011: 22) partiendo de Kant afirma que el ser puede ser y no-ser a la vez, es decir, revelarse como identidad en la diferencia, unidad de la diversidad, porque lo uno es siempre expresión de varias determinaciones. Desde esta perspectiva Rojas G. considera, retomado a Kant, que la pluralidad llevada a la unidad implica la totalidad.

Tal totalidad como totalitarismo, desde la mismidad desconoce la alteridad, lo que implica una identidad que no reconoce al otro como otro. Tal fenómeno es denominado por Erikson (1971) identidad negativa cuando el totalitarismo coarta la posibilidad de identidad en la diferencia, o la unidad en la diversidad.

En contraposición, Rojas G. (2011: 27) también asume la identidad desde la diferencia, retoma el concepto de Aristóteles diferencia específica como lo común en la representación de lo diverso que conforma la identidad de un género o cultura, y que a la vez tiene en sí la máxima diferencia.

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Por su parte, Hegel considera que la identidad se constituye tanto de la identidad misma como de la diferencia, las cuales están constantemente en oposición complementaria (Rojas G. 2011: 29).

Herder (1951) añade a estos argumentos identitarios la relación entre territorio, lenguaje y costumbres a partir de la consolidación de comunidades como naciones delimitadas históricamente.

La idea de unidad en la diversidad y de identidad en la diferencia se consolida con la relación entre identidad grupal e identidad individual, entre ethos y ego (Erikson 1971: 31).

Al respecto Charles Taylor (1996) asume la identidad como una orientación y postura dada en las interacciones cotidianas, sociales e intersubjetivas.

La construcción del sujeto sociológico implica un cambio de la concepción de identidad como algo dado, esencial del ser humano, para pasar a una consciencia de que el individuo depende de los otros y de las complejas relaciones con ellos.

Las críticas a estas posturas, junto con los resquebrajamientos de los sistemas sociales, de los Estados, el aumento de las telecomunicaciones, la disolución de las fronteras nacionales en algunas regiones del mundo, dejaron ver que la identidad no era natural, que era un concepto que dependía siempre del nudo de relaciones intersubjetivas en los que ésta se jugara, en fin, que era un campo de batalla. (Prada & Ruiz 2006: 19)

Surge así el concepto de identidad colectiva que se basa en desarrollos sociológicos clásicos: Durkheim conciencia colectiva, Marx consciencia de clase, Weber Verstehen y Tonni Gemeinschaft . Tal ruta enfatiza en la colectividad, haciendo hincapié en las similitudes o atributos compartidos en torno a los cuales los miembros del grupo se unen (Cerulo 1997: 386).

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Según Mead (1925) el sí mismo (self) se desarrolla en los sujetos a partir de interacciones intersubjetivas, experiencias y relaciones lingüísticas comunicativas en el marco de grupos sociales.

En estas interacciones se adquieren las actitudes de los grupos, el yo implica la reacción del individuo ante las actitudes de los otros, mientras el mí implica el sistema de actitudes de los otros que constituyen el sí mismo (self) (Larraín 1996: 49). Con esto habría sí mismos elementales que se configuran dependiendo de situaciones, experiencias y realidades diversas, y un sí mismo completo constituido en la totalidad de procesos en los que el individuo interactúa con la comunidad, en la fluctuación de sí mismo, elemental o completo, la identidad va cambiando en un doble proceso de constitución de la identidad a partir de los otros, y la autodefinición en la diferencia y la especificidad.

La constitución del sujeto posmoderno se proyecta a partir de globalización, en tanto genera sistemas globales de redes que determinan nuevas pertenencias y exclusiones basados en lógicas de intercambios y flujos económicos, científicos, comunicativos e informativos que no se limitan a los valores del estado-nación, ni de la ciudadanía, con lo que los individuos asumen nuevas fuentes de sentido más allá de la nación, la religión, el estado, la familia:

Todos los países y territorios están atravesados por dicha lógica dual, de forma que se crean redes transnacionales de componentes dinámicos de la globalización, al tiempo que se segregan y excluyen segmentos sociales y territorios al interior de cada país, región o ciudad (Castells 1999: 3).

Larraín (1996: 70) critica la tendencia posmodernista a extremar la diferencia y la oposición entre el sujeto y el otro, en la medida en que no ayuda a la construcción de una identidad desde lo social; además de generar distancias, desconfianzas, hostilidades, exclusiones o invisibilizaciones:

[…](el posmodernismo) entiende la otredad como un mundo ajeno inconmensurable con el propio, y no es capaz de reconocerlo en cuanto internalizado o internalizable por el sujeto[…] No entiende que las identidades personales son moldeadas por las identidades colectivas culturalmente

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definidas, pero que estas no pueden existir separadamente de los individuos (Larraín 1996: 70).

La identidad se construye significativamente con los otros y es multidimensional en tanto interna del sujeto, determinada en las interrelaciones con los demás, es individual y social.

En la época actual los individuos han logrado tener una mayor consciencia de la constitución cambiante, compleja y multidimensional de su identidad de sus dinámicas subjetivas, intersubjetivas y en las construcciones significativas de sujeto y comunidad.