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El discurso médico español sobre las asociaciones

Capítulo 2. Profesiones, Sociedad y Medicina

3.3. La función de las asociaciones en el proceso de profesionalizaciónprofesionalización

3.3.3. El discurso médico español sobre las asociaciones

Albarracín Teulón (1971) demostró las dificultades del colectivo médico español del siglo xix en su intento de fundar una asociación general. Matías Nieto Serrano disertó en varias ocasiones sobre las asociaciones médicas españolas, normalmente lamen-tando la imposibilidad de su creación. En primer lugar, hay que tener presente que la concepción sobre el significado de “ciencia” tiene una clara relación con la

colectivi-dad177: las academias –mucho más mencionadas que las asociaciones– se consideraban la “encarnación” o “incorporación” del trabajo científico colectivo, “la síntesis viva y materializada de la ciencia” (Nieto, 1853:2) cuyas condiciones necesarias se resumían en que las individualidades que las formaban fueran adalides del progreso y que sus esfuerzos se encaminaran a la unidad de la disciplina. Las academias178 influían en la transmisión del conocimiento y en las teorías “favoreciendo el análisis o la síntesis”

ambas, según el autor, de gran importancia para no caer en el “ciego sincretismo”.

En definitiva: solo la academia podía trascender a lo individual y temporal consti-tuyendo la “república de las ciencias” (Nieto, 1853:4). Años más tarde, Calvo y Martín sintetizaba esta función con tres declaraciones: la academia debía dar una dirección más sistemática a las investigaciones; favorecer la comunicación entre los que practi-can la medicina; y, fijar la atención sobre los fundamentos que la constituyen (1861:8).

Además, las reales academias eran consideradas un “importante órgano del cuerpo del cuerpo social” (Nieto, 1853:4).

Nieto consideraba el espíritu asociativo como la base del fomento de las ciencias médi-cas y el que menos obstáculos presentaba para su perfeccionamiento. El desarrollo de la profesión y su corpus disciplinar, sostenía el autor en 1840, tenía más posibilidades en los países democráticos

“[d]onde el ejercicio del poder se halla indirectamente en la multitud, los profeso-res de las ciencias se comunican con ideas por medio de periódicos, cuyas colum-nas están abiertas para todos, y los adelantos y la ilustración se concentran para auxiliarse mutuamente, y unidos se derraman con mayor seguridad” (1840: 22).

Estas palabras fueron pronunciadas con motivo de la reunión preparatoria con el obje-tivo de fundar una asociación española que aunara a los profesores de las Ciencias Médicas. En consonancia con sus ideas, Nieto afirmaba que una asociación médica debía ser lo más numerosa posible, en la que se admitiera a todos los profesores que tuvieran ciertos grados literarios en Medicina, Cirugía o Farmacia, así como los que se

177 Para una síntesis sobre las sociedades y academias científicas españolas puede consultarse ROCA (2003).

178 En este discurso inaugural de las sesiones de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Madrid (1853), Nieto asimila –posiblemente en referencia a Platón– la palabra academia a reunión, asociación de profesores.

dedicaran a ciencias naturales o auxiliares de la medicina. Y el objetivo no podía ser otro que el científico:

“El campo de la ilustración y de la ciencia es el más noble y a propósito para con-quistar la gloria y toda especie de consideraciones sociales; es el único que debe proponerse una sociedad, cuya vida, enteramente pública, ha de tener el carácter de un impulso conveniente a la felicidad del Estado” (Nieto, 1840: 25).

Además, una asociación médica debería satisfacer, según su criterio, las necesidades que constituían la vida científica de los profesores del arte de curar:

“Las ventajas que proporcionan las sociedades científicas para las obras de inge-nio, consisten únicamente en la instrucción que facilitan, en las observaciones que reúnen, y en las ideas que siembran en los entendimientos que toman parte más o menos activa en las discusiones que se entablan” (1840: 28-29).

La propuesta de Nieto se materializaba de la siguiente manera:

•  Medios de instrucción. Para ello, la futura asociación médica española debería proveer a los profesores de un gabinete, una biblioteca y el material necesario para la práctica puesto que en la mayoría de las ocasiones su adquisición estaba vedada a nivel individual por el coste económico que suponía.

•  Hechos y…

•  Observaciones, representados en las divisiones de la asociación, en las distintas secciones.

En el terreno profesional, las academias de distrito, pero especialmente las asocia-ciones privadas, tenían una importante función en el proceso de profesionalización.

Esta agencia no pasó desapercibida a los médicos ochocentistas en sus discursos. Para Nieto, el trabajo científico era el puente que conducía a un estado de opinión social favorable para las demandas de la profesión médica:

“[adquiriendo] además el decoro y respeto público por nuestra laboriosidad y buena armonía. ¿quién se atrevería a negarnos las consideraciones y ventajas que ya en su día podemos reclamar con sobrada justicia, y a las que entonces tendría-mos un doble derecho, apoyándolas además en la fuerza moral que se necesita para impedir que un solo momento nos sean defraudadas?”(1840: 31).

Para el periodo que nos ocupa, como ya hemos visto, las asociaciones están muy rela-cionadas con el control ejercido por el Estado. La relación asociaciones-Estado es algo ambigua: de una parte, la profesión busca la protección estatal y, sobre todo, una leg-islación tendente al monopolio sobre el arte de curar. Por la otra, pretende negarle la intromisión en asuntos que considera únicamente de su competencia profesional en una postura muy acorde a los ideales del profesionalismo179.

Durante el medio siglo estudiado, la fundación de una asociación española médica de ámbito nacional es la crónica de un fracaso profesional (Cf. Albarracín Teulón, 1971).

A finales del siglo xix, los médicos españoles experimentan el mismo sentimiento de impotencia ante la desunión profesional que la que reflejara Nieto en la década de los 40. Eduardo Toledo lo plasma en su obra Sociología Médica. Breve estudio de Moral Médi-ca (1897) donde, además de acusar reiteradamente al Estado y a los distintos gobiernos de la suerte de su profesión, critica la apatía asociativa de la “clase médica” española.

Una apatía que Toledo imputa al razonamiento de que los médicos antiguos nunca se asociaron, pero “Dadme las corporaciones y los privilegios que tenían, y yo os diré que tampoco lo necesitamos nosotros” (p. 101). No obstante, conviene señalar que en algunas ocasiones este autor asimila asociación a colegiación.

Eduardo Toledo dedicó su obra a Alberto Aguilera y Velasco, ministro de la Goberna-ción (1894); este, a su vez, le correspondió con un extenso y no siempre amable prólogo.

El ministro, ante las críticas vertidas por Toledo acerca del agravio al que el Estado y los distintos gobiernos sometían a la profesión médica, recurre a la figura de las aso-ciaciones para poder deslindar las competencias estatales en materia de Salud Pública y en materia profesional. Aunque Aguilera conviene –con Toledo– en la necesidad de reforzar los resortes disponibles para poner coto al intrusismo, opina que la asociación es el mejor medio para alcanzar las “legítimas esperanzas” porque

“La asociación es la vida de las colectividades; la comunicación continua de las ideas; la relación personal entre los asociados, demostración de su número, de su inteligencia, de su influencia en las clases cultas, y con más razón en las más necesitadas, constituye una fuerza incontrastable, crea elementos poderosos,

179 Sobre la autonomía de los profesionales, principalmente en el campo médico, véase FREIDSON (1970) y STARR (1982).

propaga la bondad de las aspiraciones generosas y fecundas y abre ancha vía a todo género de iniciativas” (Toledo, 1897: xvi).

Aguilera le recordaba la fuerza del recién constituido Colegio de Médicos de Madrid (1894) y de la prensa profesional como ejemplos del poder asociativo y, quizá, como acicate, siempre dentro del orden legal establecido.

Concluyendo, el colectivo médico percibía en las asociaciones la “incorporación” de la ciencia –producto colectivo con proyección futura– pero también, y quizá más impor-tante por lo que aquí atañe, una herramienta para reivindicarse ante la sociedad, el Estado y en su representación los distintos gobiernos que se sucedían. Bejarano (1906) también expresa los mismos motivos que sus antecesores: la defensa de los valores de la “clase médica”; hacer un frente común ante los nuevos sistemas de previsión, dete-ner la caída del prestigio médico y de sus retribuciones (León, 2005: 238).

Uno de los aspectos destacables de la historia de la profesión médica balear ochocen-tista es la fundación del Colegio Médico-Farmacéutico (1882), uno de los pioneros del ámbito español. Como se ha visto en el apartado 3.2.2., durante el siglo xix se suceden varias asociaciones y corporaciones, unas con más éxito que otras pero que, en su con-junto, desarrollaron un discurso sobre las asociaciones y sus ventajas, que se expone a continuación.