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Los espacios del Diario y los elementos urbanos: las secciones III y VI

1. El Diario de un poeta recién casado (1917)

1.5. Los espacios del Diario y los elementos urbanos: las secciones III y VI

Los espacios que aparecen en el Diario de un poeta recién casado están condicionados por el itinerario que realiza el poeta-viajero. Este sale de España en dirección a América y vuelve cuatro meses después. Esto provoca que los espacios vayan modificándose en consonancia con las distintas secciones de la obra. En la

11 sección I “Hacia el mar” y en la sección V “España”, los topónimos que aparecen son similares ya que la geografía es la misma, España: Madrid, La Mancha, Sevilla, Moguer o Cádiz. En la sección II “El amor en el mar” y en la sección IV “Mar de retorno”, los espacios que adquieren el protagonismo son el mar y el cielo contemplados como realidades únicas desde el transatlántico en el que el poeta viaja. Y en la sección III

“América del Este” y en la sección VI “Recuerdos de América del Este escritos en España”, los espacios preferentes vienen dados por distintos lugares de América y, en particular, por las grandes ciudades visitadas por el viajero.

Es en las dos secciones del Diario que aluden a América, la sección III “América del Este” y la sección VI “Recuerdos de América del Este escritos en España”, donde se concentran las referencias a la gran ciudad. La sección III del Diario está fechada entre el 12 de febrero y el 7 de junio del 1916. Durante este periodo el poeta-viajero está en Estados Unidos. Según las acotaciones que aparecen en las composiciones, se conoce el recorrido que el protagonista lleva a cabo durante su estancia en América. La toponimia que se menciona es la siguiente: Nueva York, Boston, New Jersey, Filadelfia o Washington. Por tanto, los espacios preferentes que visita el protagonista del Diario son lugares urbanos, característicos de América del Este. Aun así, también aparecen algunos espacios naturales que conviven con los urbanos. Ambos elementos son los que definen América del Este, aunque en este trabajo sólo nos centraremos en los urbanos. Tal como se ha explicado, a diferencia de la sección III, la sección VI no está fechada, en algún texto sí aparece la ubicación en la acotación, pero al ser recuerdos las experiencias en ellos contenidos no son inmediatas, no se ubican en un tiempo y en un espacio tan precisos como sí ocurre en la sección III.

También se ha mencionado que la ciudad de Nueva York es entendida por el poeta-viajero de forma contradictoria. Esto se observa en la valoración que hace el mismo protagonista de ella: “¡New York, maravillosa New York! ¡Presencia tuya, olvido de todo!”, en el texto “De Boston a Nueva York” (LXIX). Por su parte, en

“¡Viva la primavera!” (CXVI) el sujeto poético expresa lo siguiente refiriéndose al mismo espacio: “New York, el marimacho de las uñas sucias”. Esta dualidad se abre hacia una de las ideas clave de este estudio y es que el viajero experimenta impresiones paradójicas ante los distintos elementos que configuran el espacio urbano de las grandes ciudades. Siente fascinación por la ciudad a la vez que muestra su repulsión por algunos de sus aspectos. Y esto es lo que se observa, precisamente, en los elementos urbanos que aparecen concentrados en las secciones III y VI del Diario: hay algunos elementos

12 de Nueva York o de otras grandes ciudades que fascinan al poeta-viajero y otros que no, como es obvio. La cuestión es cuáles y por qué razones.

Los elementos urbanísticos que se agrupan en torno a la valoración de “New York […] ¡Presencia tuya, olvido de todo!” son los que atraen al poeta-viajero. Estos son la contemplación de Nueva York en primavera, los cementerios y los ríos de distintas ciudades, algunos espacios culturales como las librerías, los museos, un estadio de deportes en donde se acoge alguna representación artística, las casas de algunos poetas y también le gustan las casas coloniales.

La ciudad de Nueva York en primavera aparece en ocho textos de la sección III.

Los dos primeros sólo aluden a la llegada de la primavera sin mencionar la ciudad:

“Primer día de primavera” (XCIII) y “¿Primavera?” (CVII), y los seis siguientes mencionan el cambio estacional de invierno a primavera hasta que esta triunfa:

“Primavera” (C), “El árbol tranquilo” (CIX), “¡Viva la primavera!” (CXVI), “Tarde de primavera en Washington Square” (CXXIX), “Nocturno” (CXXXI) y “Tarde de primavera en la Quinta Avenida” (CXXXVIII). En estos textos se lleva a cabo la contemplación de la ciudad en primavera, tema que está íntimamente ligado con los elementos naturales. Estas composiciones, además, se utilizan para acceder a temas o conceptos como el renacer, el mito del eterno retorno, la belleza, la permanencia y la realidad invisible. Y a partir de lo contemplado, el poeta-viajero sólo tiene sentimientos positivos como la felicidad, la tranquilidad, la paz o la armonía.

La mayoría de textos que aluden a cementerios se sitúan en la sección III:

“Cementerio” (LXXXII), “Cementerio en Broadway” (XCIV), “Cementerio alegre”

(CXXVIII) y “Cementerios” (CXL). Relacionado con este espacio, hay que mencionar además tres composiciones que son epitafios o breves reflexiones sobre la muerte:

“Epitafio ideal” (XC), “Epitafio” (CXXV) y CXXXVII, composición sin título. Pero es importante señalar que en la sección I también se alude a este mismo espacio de los cementerios: “Moguer” (XIII) y un epitafio más, “A una mujer que murió, niña, en mi infancia” (XV). A este respecto, conviene recordar que se trata de un topos recurrente en Juan Ramón desde sus primeras obras. Relacionado con este lugar se impone la reflexión sobre el tema de la muerte. Pero en la sección III del Diario la visión de la muerte ya no es triste ni angustiosa como sucedía en las primeras obras de Juan Ramón Jiménez, sino que está equiparada a la vida y sirve para la destrucción de los límites espaciales y temporales. Por tanto, en la sección III del Diario la muerte no es un fin, sino que es algo infinito y eterno que permite trascender los límites.

13 Los ríos que atraviesan distintas ciudades se presentan en la sección III y reciben el mismo tratamiento positivo que la primavera en Nueva York y los cementerios. Sólo hay tres textos en donde aparecen, pero los ríos son un elemento relevante en la obra, ya que a partir de la contemplación de estos se accede a la transcendencia y se reflexiona sobre la temporalidad. Las composiciones en donde se alude a los ríos son: “¡Viva la primavera!” (CXVI), en donde se menciona el río Hudson ubicado en Nueva York;

“Fililí” (LXVII), que remite a un afluente del río Charles que se localiza en Boston, y

“Nocturno” (CXLII), que hace referencia al río Potomac situado en Washington.

Algunos espacios culturales son tratados a partir de esta visión positiva en la misma sección III: librerías como “Bretano’s” y “Scribiner’s”, que se presentan en

“Tarjeta en la primavera de un amigo bibliófilo” (CV); el Museo Metropolitano, en

“Retrato de niño (atribuido a Velázquez)” (CL), y un estadio de deportes, el Lewishon del City College de Nueva York, en donde se acogen representaciones artísticas como ocurre en “A Miranda en el estadio” (CXLVII). Estos, al pertenecer a la sección III, son los espacios de interés cultural que llaman la atención al poeta-viajero durante el día a día de su viaje debido a su belleza. Por su parte, en la sección VI reciben este mismo tratamiento las casas de poetas míticos como: “Walt Withman” (CCXXXII) y “La casa de Poe” (CCXLI). Son espacios que le interesan y por los cuales siente admiración Jiménez. Otros elementos que también atraen al protagonista son las casas coloniales:

“La casa colonial” (LXXVIII) y “Cristales morados y muselinas blancas” (CCXLIII), ya que son elementos bellos e insólitos en medio del bullicio urbano y que, preservados por el tiempo, le trasmiten tranquilidad y calma al viajero.

En el otro polo de la dicotomía, los elementos urbanísticos que se agrupan en torno la imagen de “New York, el marimacho de las uñas sucias” son los que no fascinan ni atraen al poeta-viajero, sino aquellos por los que siente repulsión: los medios de transporte, los barrios, los tipos urbanos y los clubs culturales o sociales. Tampoco siente atracción ninguna por las iglesias ni por lo que estas significan.

Los medios de transporte son un elemento que no sólo aparece en las secciones III y VI, sino que al ser el Diario un libro de viajes se alude a ellos durante toda la obra. De aquí que sea uno de los elementos más relevantes. Pero los medios de transporte característicos propiamente de las grandes ciudades sólo se ubican en las secciones mencionadas. Los medios de transporte que aparecen en la sección III son el transatlántico en “Llegada ideal” (LIV) y “Despedida sin adiós” (CLVI), ya que es el medio en que el poeta viajero llega a Nueva York. En relación a ello, lógicamente, hay

14 otro espacio que se registra en el Diario, el puerto. Los demás medios de transporte que aparecen en esta sección están condicionados según se ubiquen en las grandes ciudades como Nueva York o Boston –el metro, el taxi o el ómnibus–, o según sea el transporte que se utiliza para realizar viajes por América del Este. En el primer caso, hay que mencionar textos como la composición LXVIII que no tiene título, “Estación de Boston” (LXVIII), “Túnel ciudadano” (LXV), “Felicidad” (LXXI), “Tormenta” (CII),

“La negra y la rosa” (LXXXIX) y “La muerte” (LXV). En cambio, en el segundo, se alude tan sólo al tren. Este aparece en “De Boston a New York” (LXIX), en “Sueño en el tren… no en el lecho” (LXX) y en “Día de primavera en New Jersey” (CXXIV). Los medios de transporte en estos textos se utilizan para describir el espacio urbano, para manifestar los sentimientos del viajero –la felicidad o la tristeza–, y para tratar temas como la belleza, la muerte, la realidad invisible, la conciencia del pensamiento o la oposición de lo natural frente a lo artificial. Por el contrario, en la sección VI, sólo aparece algún medio de transporte en dos textos en los que se lleva a cabo la crítica.

Estos son “Sección” (CCXXVII) y “Tranvía” (CCXXIX).

Los barrios tampoco son un espacio que fascine al poeta-viajero. Hay dos textos que se refieren a ellos. Uno en la sección III, “Pesadilla de olores” (LXXXVIII), y otro en la sección VI, “¡Dulce Long Island!” (CCXXXI). La diferencia entre ambos es que, en el texto de la sección III, se denuncia la injusticia social a partir de la alusión a los barrios de inmigrantes situados en el centro de la ciudad de Nueva York y, en el texto de la sección VI, se critica la clase social burguesa que vive en Long Island, en las afueras, en mansiones con todo lujo debido a su poder adquisitivo y de dudoso gusto estético.

Otro de estos elementos son los tipos urbanos que son utilizados para mostrar la conflictiva realidad social e histórica de América. Los tipos urbanos que aparecen en la sección III son “El prusianito” (LXXXIII), en donde se lleva a cabo la crítica del negocio de niños durante la Primera Guerra Mundial; la sufragista en el texto LXXXVI, en que se critica la actitud paradójica de esta al reivindicar la igualdad de las mujeres y obligar a un hombre mayor a sentarse en el metro a la fuerza; o el pastor protestante en

“Banquete” (CCXXI), donde se critica esta figura. Mención aparte merece la negra que aparece en “La negra y la rosa” (LXXXIX) porque esta no es objeto de crítica, ya que lo que se busca en ella es transcender y alcanzar la belleza. En lo que atañe a los tipos urbanos presentes en la sección VI, hay que decir que estos pertenecen a la alta sociedad burguesa: artistas, mecenas, mujeres mayores y bien acomodadas y escritores dudosos.

La crítica hacia esta clase es moral y aparece mucho más afiliada que en los personajes

15 anteriores. De esta se denuncian sus vicios, sus malas costumbres y las falsas apariencias, a veces, extravagantes. Por tanto, en los textos de esta sección –“Las viejas coquetas” (CCXXXV), “Colony Club” (CCXXVI), “Ex Mrs. Watts” (CCXXVIII),

“Author’s Club” (CCXXX) y “Cosmopolitan Club” (CCXXXIV)– se observa el desprecio hacia esta alta sociedad burguesa, la cual se congrega en los clubs, clubs de poetas o de artistas y clubs de ocio.

Respecto a las iglesias, hay cuatro textos en el Diario que remiten a ellas: la composición LXIII que no tiene título, “Iglesias” (LXXX), el texto CCXXXVIII y “Un imitador de Billy Sunday” (CCXL). En estos se denuncia la apariencia del edificio en sí, pero también se hace una crítica de la religión en general.

Por otra parte, ciertos elementos urbanos reciben un tratamiento humorístico: las escaleras de incendios en “Fuego” (XCI) y los anuncios luminosos en “La luna” (CXI).

En el primer texto se trata de forma humorística el incendio figurado de la ciudad de Nueva York que aparece haber sido construida para prenderla fuego. Y en la segunda composición se enfrenta el mundo artificial y comercial de la publicidad a lo telúrico: la luna. Por último, un tratamiento extrañado y casi alucinado o visionario lo encontramos en “Alta noche” (CXVIII), durante un paseo nocturno del protagonista por la Quinta Avenida en la absoluta soledad de la madrugada.

En suma, a partir de aquí, se va a analizar la configuración poliédrica del espacio urbano de las grandes ciudades de América del Este, con el protagonismo indiscutible de Nueva York aunque no sólo, y a través de la mirada fascinada del viajero entre la atracción y la repulsión. Para ello, los distintos elementos urbanos estudiados se van a agrupar en torno a esos dos grandes planos abiertos por las dos imágenes ya mencionadas que le sirven a Juan Ramón Jiménez para valorar la ciudad de Nueva York y su percepción contradictoria: “¡New York, maravillosa New York! ¡Presencia tuya, olvido de todo!” y “New York, el marimacho de las uñas sucias”.

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2. Configuración del espacio urbano en el Diario de un poeta recién