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El feminicidio en las Islas Baleares (2010- 2016)

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Facultad de Psicología Trabajo de fin de Grado

El feminicidio en las Islas Baleares (2010- 2016)

Margalida Perelló Sastre Grado de Psicología

Año académico 2020-2021

Trabajo tutelado por María del Carmen Borrás Sansaloni Departamento de Psicología

Se autoriza a la Universidad a incluir este trabajo en el Repositorio Institucional para su consulta en acceso abierta y difusión en línea, con las finalidades exclusivamente académicas y de investigación.

Autor

Tutor

No No

Palabras clave del trabajo: feminicidio, incidencia, agresor, víctima, tipología, características, Islas Baleares.

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Índice

1. Resumen………….………pág. 3

2. Abstract………….………pág. 3

3. Introducción ……….pág. 4-14 3.1.Estado de la cuestión ………...pág. 6-13 3.2.Objetivos e hipótesis del estudio ………pág.13-14 4. Metodología ………..pág. 15-17

4.1.Procedimiento………...pág. 17

5. Resultados ………pág. 18-24

6. Discusión ………..pág. 25-28

7. Conclusión ………...pág. 28-29 8. Referencias bibliográficas ………..pág. 30-32

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1. Resumen

En el presente trabajo se analiza la incidencia así como las características relacionadas con el feminicidio en nuestra CCAA durante 2010 – 2016, con especial atención a aquellas referentes a la víctima y a su agresor, estudiándose siete casos, previamente analizados por el Equipo Nacional de Pareja en el Contexto de la Violencia de Género, concretamente por el equipo autonómico cuyo objetivo es esclarecer y comprender mejor este delito de etiología compleja.

Palabras clave: feminicidio, incidencia, agresor, víctima, tipología, características, Islas Baleares.

2. Abstract

This study analyzes the incidence and the characteristics associated with femicide in our autonomous community during 2010-2016, studying seven cases, previously analyzed by the National Team of Detailed Review of Couple Homicides in the Context of Gender

Violence. The purpose is clarifying and understanding the complex etiology of this crime.

Keywords: femicide, incidence, aggressor, victim, typology, characteristics, Balearic Islands.

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3. Introducción

El feminicidio es un concepto que ha cobrado gran interés en los últimos años, tanto a nivel académico como a nivel social. En los últimos años, la atención se ha dirigido hacia este campo de estudio que busca esclarecer las causas, tipologías, factores de riesgo y variables psicosociales tanto de la víctima como del agresor y la interacción entre ambos. En cualquier caso, el objetivo último es su prevención, ya que a medida que se va profundizando en su estudio, nos permite conocer estos sucesos con mayor exactitud y poder así en un futuro poder prevenirlos (González et al., 2018).

Los términos de uxoricidio, homicidios en la pareja (“intímate partner homicide”

(IPH)) o feminicidio en este contexto se utilizan cómo sinónimos, refiriéndose a la forma letal de la violencia de género o de la violencia en las relaciones de pareja, de forma indistinta dependiendo del contexto. De la misma manera, no hay acuerdo entre los diferentes

investigadores y/o instituciones acerca de una definición clara y unitaria de este término. En el presente estudio se adopta la definición de feminicidio entendido como “las muertes de mujeres por ser mujeres a manos de varones, con o sin relación previa, como resultado extremo y más grave de la violencia de género” (González et al., 2018, p. 29); definiciones similares son las que se contemplan en Lira, (2007) y en Palacios Gómez (2020).

El feminicidio constituye un importante problema a nivel mundial, poniéndose de manifiesto la necesidad de estudiar dicho delito y que las administraciones públicas

promulguen leyes y creen instituciones dedicadas a ello (Garcia et al., 2007; González et al., 2018; Matias et al., 2020). Destacando así a nivel internacional el Domestic Violence Death Rewiew Comitte (DVDRC) en EE. UU., Canadian Domestic Homicide Prevention Initiative (CDHPI) entre otros. Sin embargo, el presente estudio se centra en el ámbito nacional, dónde contamos con el Equipo Español de Revisión Pormenorizada de Homicidios de Pareja en el

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Contexto de la Violencia de Género (EHVdG), del que nuestra facultad forma parte, donde se revisa cada caso de víctima mortal de manera multidisciplinar obteniendo información de distintas fuentes (González et al., 2018).

Por otra parte, aunque es cierto que los hombres son más propensos a morir

asesinados, en el ámbito de la pareja esta circunstancia se invierte, de forma que las mujeres tienen cinco veces más posibilidades de ser víctimas del IPH a nivel mundial, siendo la principal causa de muerte violenta de las mujeres (González et al., 2018; Matias et al., 2020;

Sanz-Barbero et al., 2016).1Dicho fenómeno se evidenció en nuestro país, en un estudio realizado entre 2000-2010, encontrando que las mujeres eran, en su gran mayoría, las

víctimas y el agresor era su pareja o expareja (González et al., 2018). De tal forma, se estima que en nuestro país, anualmente, afecta entre 54 y 75 mujeres (Soria-Verde et al., 2019).

En relación con los factores de riesgo, destaca un historial previo de violencia de género, control coercitivo hacia la víctima o amenazas de todo tipo, incluyendo las de arma blanca, violencia de género durante el embarazo y las minorías étnicas que suelen presentar mayor vulnerabilidad a sufrir este tipo de violencia y nivel educación bajo (Matias et al., 2020). En este sentido, autores como Campbell et al. (2003), Campbell et al. (2007), Castanho (2013), Company & Soria (2016), Jayasuriya et al. (2011), Vatnar et al., (2017) citados en Matias et al. (2020) indican que estos homicidios se producen a raíz de un historial previo de violencia en el ámbito de la pareja. Aunque es cierto, que no siempre existe este historial previo y además, en la mayoría de los casos que sí había un historial previo tampoco se adoptaron medidas de protección, encontrándose así que el 80% de las fallecidas no habían denunciado previamente (Gónzalez-Álvarez et al., 2019).

1Así, encontramos que los hombres tienden a delinquir más que las mujeres en nuestro país, aunque en la adolescencia no existen diferencias significativas en los comportamientos antisociales entre ambos sexos (Serrano, 2019).

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Los factores de riesgo relativos al agresor, por su parte, incluyen la presencia de estresores, la inmigración, el desempleo, episodios de violencia previos y/o conductas previas de control coercitivo hacia su pareja, antecedentes de enfermedad mental, tener acceso a armas, mayores niveles de educación en comparación con otros agresores y mayor integración en la comunidad, y no está claro el papel del alcohol y las drogas. En

contraposición, aquellos relacionados con las víctimas son la vulnerabilidad social, episodios previos de violencia durante el embarazo, dependencia de estas, sin estudios superiores o tener un hijo de una relación anterior (Matias et al., 2020; Taibo, 2014).

En cuanto a los factores de riesgo propios de la relación misma, si bien no se observa consenso, se han propuesto como tales la diferencia de edad en la pareja, vivir con ella, separación, amenazas, violencia previa entre otras variables. (Taibo, 2014). Circunstancia que igualmente ocurre en relación con los factores de riesgo asociados al contexto. No obstante, aunque se pone de relieve que “un arresto previo por violencia reduce el riesgo de homicidio de la mujer en la pareja, sin embargo, la evasión de una detención o el incumplimiento de órdenes de alejamiento incrementa el riesgo asociado” (Campell et al. (2003) citado en (Taibo, 2014, p. 9).

Asimismo, se destaca la falta de información a la hora de estudiar los casos al no tener informaciones completas sobre la dinámica de la relación y otras variables, dificultado así la capacidad predictiva y preventiva del delito (Matias et al., 2020).

3.1. Estado de la cuestión

Centrándonos en el panorama nacional, conforme a la legislación española, estos delitos se penalizan de acuerdo con la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género que contemple dicho delito por cuestión de género en el caso que haya una relación existente o previa entre ambas partes. Caso

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contrario es cuando el tratamiento legal del delito no es atendiendo a una cuestión de género al no existir este condicionante (Echeburúa Odriozola, 2019; González et al., 2018).

A nivel nacional destaca la preocupación por la mayor incidencia de estos delitos en el caso de inmigrantes, puesto que las mujeres inmigrantes son más proclives de sufrirla, cómo los varones inmigrantes de perpetrarla (Echeburúa Odriozola & De Corral Gargallo, 2009; Palacios Gómez, 2020; Sanz-Barbero et al., 2016; Serrano, 2019; Soria-Verde et al., 2019; Vives-Cases et al., 2008). Así, la inmigración se presenta como un factor importante de riesgo en nuestro país, siendo estas mujeres más proclives a ser víctimas en comparación con la población española, hipotetizándose que tal circunstancia se deriva de no tener recursos económicos y/o laborales y que sitúa a esta población en una posición de mayor

vulnerabilidad (Vives-Cases et al., 2009). Por otra parte, si bien existe poca información al respecto, residir en entornos rurales parece constituir otra factor (Sanz-Barbero et al., 2016).2

En otro orden de cosas, si comparamos los inmigrantes y los españoles, en los dos casos, el delito ocurría en “el domicilio común de la pareja o donde residía la víctima, siendo la calle el lugar más frecuente cuando el crimen se cometió al aire libre” (Soria-Verde et al., 2019, p. 4). En ambos casos, suelen atacar a la victima de forma directa y planificada y no hay diferencias en relación con la conducta postcrimen ni en el historial de salud mental y, la motivación o el contexto del homicidio viene precedido de discusiones y/o rupturas de pareja o celos. Por el contrario, los inmigrantes se diferencian por perpetrar el asesinato a edades más tempranas, suelen tener mayor tasa de empleo en el momento del crimen, ser más violentos en todos sus ámbitos y el motivo se relaciona con la ruptura de la pareja y/o mayor

2Asimismo, algunos estudios sobre delincuencia en general apuntan que existen diferencias entre los inmigrantes según si son de primera o generaciones sucesivas, en el caso, de los primeros, delinquen menos, pero en el caso de segundas generaciones al ser ya jóvenes nacionales, estos cometen más delitos, equiparándose con los nacionales. Cuestión que, al menos en parte, parece explicar la sobreestimación de los inmigrantes en este tipo de delitos. No obstante, hay que tener en cuenta que son solo conjeturas a partir de los resultados de dicho estudio citado en Serrano (2019).

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número de discusiones previas. Finalmente, en el modus operandi son más propensos a utilizar las armas blancas, seguido de las palizas, uso del fuego y en menor medida el estrangulamiento. En contraposición, los españoles tienden de utilizar el estrangulamiento para cometer el asesinato. (Soria-Verde et al., 2019).

Además, de los factores de riesgo antes comentados a nivel general, Echeburúa (2009) destaca la trilogía letal: “los malos tratos habituales, el abandono y los celos” (Echeburúa Odriozola & De Corral Gargallo, 2009, p. 1).

En relación con el papel de las denuncias en la reducción del delito, no se ha visto que realmente sea así, ya que muchas víctimas no denunciaron y las que lo hicieron, no se relacionó con un menor probabilidad de morir asesinada, aunque las denuncias constituyen el primer paso para acceder a medidas protectores y órdenes de alejamiento contra los agresores (Sanz-Barbero et al., 2016). Aunque en estudios anteriores ponen de manifiesto que el papel de las denuncias no sirve sin medidas de protección efectivas ni con una red de apoyo a la víctima (Echeburúa Odriozola & De Corral Gargallo, 2009).

Por otro lado, antes de abordar en las posibles tipologías de feminicidas, hay que tener en cuenta la personalidad del agresor, así como otras caracteristicas sociales, contextuales, experiencias previas, que lleva a la comisión del delito. Por ejemplo, la impulsividad se relaciona con la delincuencia (Gutiérrez Bermejo, 2019). No obstante, existen otras variables de personalidad que en combinación con otros factores contextuales que pueden mediar en la comisión del delito, pudiendo así incrementar la probabilidad de que se cometa, ej.

Psicoticismo, búsqueda de emociones… Aunque, la presencia o ausencia de algunas

variables, conjuntamente con una motivación para cometer el delito modulan la comisión de este. Con todo, no se puede establecer un único patrón de personalidad que se corresponda o permita predecir la conducta delincuencial con la delincuencia. Esto es así puesto que la

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comisión del delito no solo depende de un patrón básico de comportamiento, sino de un conjunto de variables contextuales (Gutiérrez Bermejo, 2019). Por ejemplo, en caso de que en el ambiente del sujeto se dé una proliferación de experiencias traumáticas a lo largo de su vida, siendo más sensibles a ellas durante su niñez, puede dar a lugar a conductas inadaptadas (Gutiérrez Bermejo, 2019). Del mismo modo, si estas experiencias no son procesadas de manera adecuada pueden impactar de forma negativa en su desarrollo posterior.

Encontrándonos así que la víctima ha pasado a agresor, aprendiendo así esa persona que ha sufrido violencia, haya aprendido que esta es la forma de comportarse según la teoría de Bronfenbrenner (1987) citado en Gutiérrez Bermejo (2019). De la misma forma, el alcohol puede servir de inhibidor de dicha experiencia traumática, utilizándolo para superar dicha experiencia, incrementando así la posibilidad de cometer un delito, ya sea el mismo que se ha sufrido u otro.

Además, en la conducta del agresor influyen las áreas cerebrales implicadas con la emoción, el sistema límbico, actúa a veces a nivel inconsciente, sin poder así evitar las conductas llevadas a cabo en una situación de rabia extrema (Gutiérrez Bermejo, 2019).

Por otro lado, no hay un acuerdo unánime sobre las diferentes tipologías de feminicidas, aunque en estudios más recientes destaquen cuatro perfiles, en estudios anteriores únicamente destacó únicamente el normalizado y el antisocial, encontrándose así las demás tipologías inmersas en estas dos. Así, en sus estudios más recientes destaca:

a) Solo en la familia/normalizados: hombres sin un historial previo de enfermedad mental ni de abuso de sustancias, y, sin antecedentes de violencia. Suelen utilizar en mayor medida armas blancas en la comisión del crimen. Aunque “pueden presentar rasgos dependientes y/o esquizoide de personalidad y miedos ante la ruptura sentimental”(Dawson, 2005 citado en Raúl Aguilar-Ruiz, 2017, p. 7)

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b) Disfóricos/borderline: se caracterizan por “exteriorizar un grado medio de violencia dirigida principalmente contra familiares (…), sufren mayores alteraciones

cognitivo-emocionales, como inestabilidad emocional, impulsividad e irascibilidad, rasgos del trastorno borderline y esquizoide de personalidad y elevados niveles de depresión” (Raúl Aguilar-Ruiz, 2018, p. 2)

c) Los antisociales/violentos: agresores más violentos con mayor tasa de reincidencia, consumo de sustancias y con un alto porcentaje de narcisistas y/o antisociales, tienen más denuncias, pero son muy temidos por sus parejas al ser violentos. Propensos a utilizar la fuerza física para el crimen.

d) Bajos antisociales: “se ubicarían entre los hombres violentos solo en la familia y los violentos” (Raúl Aguilar-Ruiz, 2018, p. 2)

(Aguilar-Ruiz, 2018; Aguilar-Ruiz, 2017)

Aunque el mismo autor también destaca el papel de la enfermedad mental en la comisión del delito:

El enfermo mental con predominio de trastornos del estado de ánimo y alteraciones psicóticas, con pocos episodios de violencia contra la pareja y sin

problemas de consumo abusivo de psicotrópicos, los suficientemente controlados, que se caracterizan por padecer alteraciones del estado de ánimo y ansiedad, posible abuso de sustancias e intentos de suicidio después del crimen, los antisociales, hombres violentos con menor incidencia de alteraciones afectivas y psicopatológicas graves y predominio de rasgos de personalidad antisocial o narcisista y, por último, los sobrecontrolados, en los que predominan atributos de personalidad dependiente y esquizoide, sin psicopatología grave y con pocos antecedentes de comportamiento violento. (Kivisto (2015) citado en (Raúl Aguilar-Ruiz, 2018, p. 2)

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Así, en su investigación más reciente hecha en España, Aguilar-Ruiz (2018) encontró finalmente cuatro tipologías de agresores, ordenados según el porcentaje que se encuentra de menor a mayor:

“Antisocial moderado/celoso/responsabilidad atenuada” (Aguilar-Ruiz, 2018, p. 8):

mezcla entre las dos tipologías anteriores: antisocial y normalizado.

“Antisociales/coactivos/responsabilidad atenuada” (Aguilar-Ruiz, 2018, p. 8):

historial previo de violencia, consumo de sustancias y su trastorno mental derivada de este, “su violencia es coactiva y habitual, de ahí que su feminicidio obedezca a un ataque de ira imprevisible, un exceso de violencia o un duro castigo”(Raúl Aguilar- Ruiz, 2018, p. 8)

Personas con un historial de enfermedad mental: la comisión del delito ocurre a consecuencia de una crisis su enfermedad, no son conscientes ni responsables del hecho en el momento que ocurre; presentan “esquizofrenia, trastornos delirantes o el trastorno bipolar” (Raúl Aguilar-Ruiz, 2018, p. 8).

“Normalizados/temerosos/responsables” (Aguilar-Ruiz, 2018, p. 8): antecedentes de violencia de género, sin consumo de sustancias, historial de denuncias previas, tendencia al neuroticismo.

Los feminicidas suelen ser dependientes emocionalmente hacia su pareja, siendo así una señal de alarma para la víctima. Así cómo también, un historial de violencia previa o de enfermedad mental aumenta la probabilidad de la comisión del feminicidio. Asimismo, el homicidio-suicidio, en estos casos, se produce en mayor medida cuándo el agresor percibe un temor ante las represalias por la comisión de este en su entorno (Echeburúa Odriozola & De Corral Gargallo, 2009).

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También, cabe hacer una especial mención a los feminicidios dónde la víctima

pertenece a la tercera edad ya que su motivación puede ser diferente a las que he comentado, pueden ser “mercy killing” o homicidios por compasión, donde el agresor era el cuidador principal y en una situación de desborde comete el delito. (Echeburúa Odriozola & De Corral Gargallo, 2009).

Teniendo en consideración todo lo anterior es de vital importancia entender porque el agresor llegó a cometer este acto, entendiéndose así su vida y los múltiples factores

implicados ya sean los anteriormente expuestos u otros a tener en cuenta, por ejemplo, falta de empatía hacia la víctima, déficit de habilidades sociales... (Gutiérrez Bermejo, 2019).

Finalmente, los estudios socio estadísticos del feminicidio en España, concretamente, en un estudio de Palacios Gómez (2020), se ha visto de forma sorprendente que la ruptura de pareja no es un factor de riesgo ni una variable precipitante de forma aislada, aunque

presentándose con otras variables de manera conjunta sí es relevante.

También, se ha comprobado que los extranjeros residentes en España perpetran gran parte de estos delitos si se compara el número poblacional de extranjeros residentes en

comparación con españoles residentes que cometen este tipo de delitos. De la misma forma, se estudió el homicidio-suicidio en el feminicidio, viendo que conjuntamente es únicamente del 0’43%. Concluyendo así que el feminicidio es “un fenómeno de etiología compleja y múltiple, con variables intervinientes indefinidas, que no permite una explicación mono causal” (Palacios Gómez, 2020, p. 15), la misma concepción se sigue según el modelo

ecológico de Lory Heise citado en (Sanz-Barbero et al., 2016).

Por otra parte, no existen evidencias sólidas para la prevención del delito, aunque destaca la importancia de la consciencia de las agresiones previas y de la tolerancia a ellas

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para la toma de consciencia y poner en marcha condutas de búsqueda de apoyo/protección para evitar el suceso trágico. (Echeburúa Odriozola & De Corral Gargallo, 2009).

Finalmente, cabe a tener en consideración la revisión de feminicidios en España, cuyos resultados obtenidos por el EHDVdG fueron que los agresores eran un 67’5 % nacionales, 29% extranjeros, con una edad media de 46,8 años, el 60% presentaron sesgos cognitivos de género y únicamente el 31’6% presentaban antecedentes psicopatológicos. En relación a su nivel de estudios: 7’7% sin estudios, 28’2% estudios básicos, 33’3% secundaria y el 18% secundaria y/o grado; en cuánto a su situación actual únicamente un 39% tenía empleo y el 59% convivía con la víctima. Para terminar, cometieron el feminicidio mediante armas blancas (57’3%), objetos contundentes (13’7%), fuerza (10’3%), armas de fuego (3’4%) y 6% métodos mixtos. (Gónzalez-Álvarez et al., 2019).

3.2. Objetivos e hipótesis del estudio

El propósito principal del presente estudio es ampliar la información acerca de la incidencia de forma clara, al diferir las estadísticas oficiales del mismo fenómeno entre distintos organismos oficiales; lo que deja de manifiesto Serrano (2019). En este estudio se puede producir una sobrestimación de los datos al ser las Islas Baleares uniprovinciales, ya que “el tamaño de la población puede correlacionar positivamente con el delito a nivel provincial”(Serrano, 2019, p. 68). Así, cómo intentar obtener información y poder comprobar si realmente existen varias tipologías de agresores, con la finalidad de poder establecer un patrón sobre este fenómeno. Dicho hecho será complicado, al tener las limitaciones propias de un trabajo de final de grado, el acceso difícil a estos datos y la pequeña muestra de este tipo de delitos en las Islas Baleares.

En estos casos, es importante tener en cuenta todos los factores para su predicción y no únicamente el agresor, ya que la interacción entre la víctima y el agresor es determinante

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para esclarecer el hecho. A consecuencia que “todos estos elementos influyen en los patrones particulares: solo que estos patrones una vez generados, también influyen en los individuos y sus relaciones” (Serrano, 2019, p. 25)

Así, los objetivos específicos del presente estudio son:

• Obtener información sobre la incidencia del feminicidio en las Islas Baleares entre los años 2010-2016.

• Analizar la posible existencia de un patrón entre los distintos casos.

• Clasificación de los casos según las distintas tipologías de agresores.

• Identificar características definitorias de los agresores y las víctimas en las Islas Baleares.

Las hipótesis del estudio son que los agresores podrán ser clasificados según las tipologías previamente expuestas obteniendo dos grupos, encontrando que los agresores serán antisociales o por el contrario, normalizados; así cómo se podrán clasificar también en las cuatro tipologías recientemente halladas por Aguilar-Ruiz (2018) expuestas con anterioridad.

Además, se cree que se encontrará un patrón definitorio entre todos los casos, pudiendo establecer unas características definitorias tanto de los agresores cómo las víctimas. Para terminar, se cree que la incidencia del delito es un hecho que crece de manera exponencial a medida de los años en nuestra comunidad autónoma, aunque es inferior en comparación a la media a nivel nacional.

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4. Metodología

El estudio consta de dos partes diferenciadas: la incidencia del delito y la tipología tanto de víctimas cómo agresores. Por una parte, se pondrán a prueba la variable

independiente (VI) incidencia del delito en función tres variables dependientes (VD): número de casos, número de denuncias, lugar de ocurrencia (Baleares o España).

Por otra parte, la VI será agresores y se estudiarán sus variables asignadas: edad y nacionalidad, en función de las VD: estudios, situación de empleo, personalidad

(neuroticismo, extroversión, psicoticismo), antecedentes psicopatológicos, consumo de sustancias, tipología del agresor, sesgos cognitivos acerca de los roles de género, apego a la pareja y dependencia a ella. Asimismo, se estudiará la VI víctimas, en función de sus variables asignadas: edad y nacionalidad y sus VD: estudios, situación de empleo, personalidad (neuroticismo, extroversión, psicoticismo), antecedentes psicopatológicos, consumo de sustancias y apego a la pareja. Finalmente, se estudiará el feminicidio (VI) en función de las siguientes VD: año, lugar, estado de la relación, convivencia en el momento de los hechos, hijos, aislamiento, episodios de violencia previa, modus operandi, planificación del crimen, suicidio postcrimen, denuncias previas y medidas de protección, VPR 4.0 y VPER 4.0, violencia (Situacional, psicológica, física, sexual y controladora-coercitiva), amenazas, control acoso y acecho, celos, conflicto en la relación y percepción del riesgo de la víctima.

Los participantes son una muestra de siete casos de feminicidios ocurridos en las Islas Baleares en el período 2010-2016. Dichos casos fueron únicamente de Mallorca, ya que el equipo revisor únicamente tuvo muestra de esta isla y no de las demás. Sin embargo, se excluyeron diferentes casos. A saber, todos los casos sin sentencia firme ocurridos en el mismo periodo de tiempo en esta CCAA y los que no fueron considerados como violencia de

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género (incluyendo uno que sí analizó el equipo, pero concluyó que no podía considerarse como tal). Asimismo, se excluyen datos más recientes, utilizando cómo referencia aquellos analizados por el equipo autonómico de EHVdG previamente.

Los materiales utilizados son los datos extraídos del Portal estadístico de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género del Ministerio de Igualdad del Gobierno de España acerca de las víctimas mortales de la violencia de género y también del Instituto Nacional de Estadística (INE) y el número de denuncias previas al delito. Además, de los informes realizados por el EHVdG de las Islas Baleares que incluyen los informes completos de cada caso y la plantilla correspondiente a cada caso. Dicha plantilla de recogida de información fue elaborada por el Ministerio del interior, donde se recogen variables referidas al autor y la víctima, además, de los perfiles de personalidad y estilo de vida (EPQ), factores de riesgo psicosociales y suicidio de ambos, las variables dinámicas relacionales, variables del hecho y la escena del crimen, escena del suicidio, variables de solitud de ayuda, el formulario de valoración policial del riesgo de reincidencia de violencia (VPR 4.0) y el formulario de valoración policial de la evolución del riesgo (VPER 4.0). Estos dos

instrumentos configuran el sistema de seguimiento integral en los casos de violencia de género (VioGén) y sirven para la predicción y valoración del riesgo.

El VPR 4.0 es un instrumento que evalúa el riesgo de reincidencia en función de cuatro dimensiones: la gravedad del episodio denuncia, información respecto al agresor sobre

“la relación de pareja (…), indicadores psicopatológicos y de ajuste psicosocial”(González Álvarez et al., 2018) información relativa a la víctima y elementos precipitantes del delito, así como “información sobre aspectos subjetivos de la víctima sobre su propio riesgo y el de los menores o familiares a su cargo”(González Álvarez et al., 2018). En función de los

resultados, se establecen medidas de protección policiales.

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Mientras que el VPER 4.0 es un instrumento utilizado en el sistema judicial que permite hacer una predicción del riesgo, evaluando la reincidencia del delito y elaborar un pronóstico del caso. Consta con “indicadores estáticos y dinámicos (de riesgo y protección)”

(González Álvarez et al., 2018)

Para concluir, cabe mencionar que el EPQ es una prueba que mide las dimensiones de personalidad: extraversión, psicoticismo y neuroticismo. Se obtuvo de forma indirecta, al igual que ocurre con el VPR 4.0 y VPER 4.0.

4.1. Procedimiento

Como paso previo al estudio de la incendia del delito, se obtuvieron los datos relevantes (número de víctimas mortales, denuncias previas) tanto de España cómo de

Baleares, para proceder a su posterior análisis mediante el programa EXCEL. A posteriori, se realizó un análisis descriptivo en función de las variables: número de muertes, denuncia previa y no denuncia, en función del año de dichos datos, para poder comparar así los datos a nivel estatal y autonómico.

Por otro lado, para conocer la tipología de dicho delito se hizo una revisión sistemática de los siete casos estudiados por el equipo, revisando tanto las plantillas de recogida de información cómo los posteriores informes. A partir de ahí, se extrajeron los datos relevantes y se analizaron para poder confirmar o refutar las hipótesis planteadas con anterioridad.

Para terminar, en referencia al análisis de datos se llevó a cabo un análisis descriptivo para confirmar o desmentir las hipótesis mediante el programa SPSS.

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5. Resultados

Cabe destacar que se analizaron de forma separada por una parte la incidencia del delito y por otra, las características asociadas a este.

En cuanto a la incidencia, cabe destacar que a la hora de la recogida de los datos algunos datos acerca del número de víctimas mortales diferían entre el INE y el portal estadístico de la violencia de género (años 2011, 2012, 2014, 2016). Cabe precisar que se ha optado por analizar los datos correspondientes al portal estadístico de la violencia de género del Ministerio de Igualdad, actualizado este mismo año. Aunque difieren las víctimas mortales del 2011 y 2012 en el INE y el Ministerio de Igualdad, siendo así en el INE 61 víctimas mortales en 2011 y 62 según la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, al igual que en 2012, según INE 52 en contraposición a las 51 de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género.

Del mismo modo ocurre con los informes y datos del Ministerio de Igualdad

elaborados a partir del portal estadístico de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género también difieren entre ellos. Esta divergencia puede deberse que en las fichas de víctimas mortales de violencia de género en dichos años fueron actualizadas el 17 de diciembre de 2019, ya que seguían en investigación dos casos del 2011 y uno del 2012.

También se encuentran diferencias entre el número de víctimas mortales a nivel nacional entre los años 2014 y 2016; en los informes anuales de 2014 y 2015 figura que en 2014 las muertes eran 54 en lugar de 55, aunque en informes posteriores ya coinciden con el portal (55). Mientras que en el 2016, los informes anuales tampoco coinciden en las muertes de ese mismo año y del 2012; aunque en informes posteriores del 2017, ya todos los años coinciden con lo analizado (portal) a excepción del 2012.

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Con los datos recogidos se ha encontrado que de las 404 víctimas mortales a nivel nacional, únicamente el 25’99% (105) habían presentado denuncia previa (figura 1), mientras que en Baleares de las 17 víctimas únicamente lo habían hecho 2 (11’76%) (figura 2).

Asimismo, las víctimas mortales en Baleares supusieron el 4’21% a nivel estatal, el 1’90% de las denuncias previas y el 5’02% de no denuncias.

Acerca de las víctimas mortales anuales en Baleares respecto a España (figura 3), el 2010 supuso el 2’74%, 1’61% en 2011, 3’92% en 2012, 3’70% en 2013, un 5’45% en 2014, un 1’67% en 2015 y un 12’24% en 2016; constituyendo así el 4’21% en total. Mientras que en relación a las denuncias, representan el 1’90% únicamente hubo denuncias los años 2012 (10% respecto a ese año) y 2016 (5’88%) respecto a las denuncias estales.

Figura 1

Datos acerca de las víctimas mortales en España y sus denuncias, años 2010-2016

Nota. El gráfico representa el número total de las víctimas mortales en España, a lo largo del período de tiempo del 2010-2016, reflejando las denuncias presentadas por estas víctimas.

0 10 20 30 40 50 60 70 80

2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016

Nº muertes Denuncias previas No denuncia

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Figura 2

Datos acerca de las víctimas mortales en Baleares y sus denuncias, años 2010-2016

Nota. El gráfico representa el número total de las víctimas mortales en Baleares y las denuncias presentadas por estas víctimas, en el período comprendido entre 2010-2016.

Figura 3

Comparación de los datos acerca de las víctimas mortales en Baleares, frente a los datos obtenidos en España, años 2010-2016

Nota. El gráfico refleja la comparación de los datos obtenidos en esta comunidad autónoma frente a los datos nacionales, en el mismo periodo de tiempo (2010-2016).

0 1 2 3 4 5 6 7

2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016

Nº muertes Denuncias previas No denuncia

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6,00%

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14,00%

16,00%

18,00%

2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016

Nº muertes Denuncias previas No denuncia

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Por otra parte, en el estudio de los informes del EHVdG cabe destacar que aunque inicialmente aunque eran ocho casos, se descartó el informe referente al caso 5, al considerar el equipo revisor que dicho homicidio era explicado por otros motivos.

En primer lugar, se ha encontrado que los agresores presentan una edad media del 49’29 años, siendo un 57’1% españoles y 42’9% extranjeros, que se encuentran empleados únicamente el 28’6% y sus niveles de estudio rondan el 42’9% en secundaria y el mismo porcentaje con estudios de bachillerato, aunque hubo un agresor del cuál se desconoce su nivel de estudios. En relación a la personalidad, predomina el neuroticismo elevado (42’9%), seguido del medio-alto (28’6%) y medio-bajo y bajo (14’3% cada uno); destaca la

introversión (57’1%) seguida por la elevada extraversión (28’6%) y la media-alta (14’3%) y un nivel de psicoticismo elevado (42’9%), medio-bajo y bajo (28’6% respectivamente).

Además, el 100% de la muestra no presenta antecedentes psicopatológicos aunque

presentaban consumo de sustancias el 71’43%. De dicho porcentaje, podemos observar que un 14’3% consume alcohol, un 28’6% alcohol y tabaco y un 28’6% alcohol y otras drogas.

Para concluir, en relación a la tipología del agresor de acuerdo con la clasificación de Aguilar (2018) se ha encontrado un 57’1% encajan en el perfil antisocial, 14’3% disfórico y los restantes una mezcla de distintos perfiles: disfórico/normalizado y normalizado/violento).

Todos ellos, presentaron sesgos cognitivos acerca del rol de género y el apego con sus parejas fue: 57’1% inseguro-ansioso, 28’6% seguro y un 14’3% inseguro-evitativo. Destaca también la dependencia hacía la víctima del tipo emocional (42’9%), varios tipos de dependencia (28’6%) y el desconocimiento de sí presentaron dependencia hacía ellas (28’6%).

Por el contrario, las víctimas presentaron una media de edad del 45’57 años, siendo el 57’1% españolas y 42’9% extranjeras, trabajadoras el 85’7%. En cuanto a su nivel de

estudios: el 42’9% se desconoce, 28’6% tenía estudios secundaria y las demás estudios de

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bachillerato y grado (14’3% respectivamente). En relación a su personalidad, presentaban neuroticismo: elevado (71’4%) y en la misma proporción medio-bajo o no se pudo concluir (14’3%); así como un nivel de extraversión alto (42’9%), seguido por la introversión 28’6% y medio-alto o no se pudo concluir en la misma proporción (14’3%); y en relación al

psicoticismo destaca bajo nivel (42’9%), seguido de medio-bajo (28’6%) y con el mismo porcentaje le siguen (14’3%) el nivel medio-alto y un perfil que no pudo concluirse su personalidad. Finalmente, el 57’1% no presentaron antecedentes psicopatológicos, se

desconoce el historial del 28’3% y el 14’3% sí los presenta; el 57’1% no presentaba consumo de sustancias y las restantes consumían alcohol (28’6%) o alcohol y otras drogas (14’3%).

Para concluir, en el apego de la pareja presentaron un apego seguro (42’9%), seguido de un desconocimiento de dicho apego (42’9%) y un apego inseguro-evitativo (14’3%).

Por otra parte, en cuánto a las variables relacionadas con el feminicidio se ha encontrado que fueron cometidos un 42’9% en 2014 y los demás años se encuentran en una misma proporción, así cómo se cometieron un 28’6% en Palma y en igual porcentaje en Calvià, seguido del 14’3% relacionado a Felanitx, Sóller y a Sta. Margalida. Dichos implicados eran expareja (28’6%), en proceso de separación (28’6%), casados (28’6%) o tenían una relación (14’3%); convivían juntos en ese momento el 42’9% y el 28,6 % tenían hijos en común y en el mismo porcentaje se encuentran aquellos con hijos pero no comunes entre el agresor y la víctima. Asimismo, presentaron un aislamiento ambos el 28’6% y el 28’6% de los agresores estaba aislamiento.

Igualmente el 71’4% tenía episodios de violencia previa, aunque ninguna víctima tenía medidas de protección y el 71’4% no había presentado denuncia.

En relación al modus operandi del crimen destaca el uso de arma blanca (28’6%) y estrangulamiento y golpes (28’6%) y un 14’3% asociado a tres modus más: arma de fuego,

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asfixia y el método combinado de arma blanca y golpes. De ellos, un 57’1% no estuvo

planificado. Es importante recalcar el suicidio postcrimen, ya que en un 42,9% de los casos el homicida presentó intentos de suicidio, un 28,6% se suicidó con éxito y otro 28,6% no

presentaron dichas conductas.

Aplicando el VPR 4.0 y el VPER 4.0 a posteriori, se encontró que el 100% había presentado bajo riesgo de reincidencia y al 57’1% se hizo una valoración policial de la evolución del riesgo.

En relación con las distintos tipos de violencia destacan la violencia psicológica sufrida por el 71’4% y la violencia física el 47’1%, seguida por la violencia sexual el 28’6%

(aunque se desconoce sí la hubo en el mismo porcentaje de víctimas). Mientras que en la violencia situacional destaca la unidireccionalidad masculina (42’9%), seguida de la bidireccional en combinación con unidireccionalidad femenina del 14’3% y un desconocimiento de ella del 14’3%. Finalmente, acerca de la violencia controladora- coercitiva, era presentada por el varón (42’9%), seguida por un desconocimiento de ella (28’6%) y en menor medida la femenina (14’3%).

Para concluir, es importante destacar otras variables de interés porque se ha encontrado que el 100% de los casos presentaba conflictos durante su relación. Estos

conflictos tienen causas diversas. A destacar, un 42,9% habían recibido amenazas, un 57,1%

presentaban celos (a pesar del desconocimientos en el 28’6% de los casos) y en un 42,9% las víctimas habían sufrido acoso y acecho (y en un 28’6% de los casos se desconoce). También es destacable que existía en muchos casos un control masculino (71,4%), seguido de un control bidireccional (14’3%) y en un 14,3% no se tienen datos acerca del control. Destaca la baja percepción del riesgo que tenían las víctimas (71’4%), seguida de una percepción media

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del riesgo (14’3%) y el desconocimiento de este (14’3%). Para concluir, el feminicidio hubiera podido ser prevenidos el 57’1%.

6. Discusión

Mediante el estudio de la incidencia del delito, se ha comprobado que no tiene un crecimiento de modo exponencial, sino que varía a lo largo de los años, siendo superior el incremento de crecimiento en los años 2014 y de forma abrupta el 2016. Aunque dichos resultados no se han obtenido en el estudio posterior, ya que en la muestra de siete casos, destaca el año 2014 en lugar del 2016, en el cual ha presentado en el mismo porcentaje que los demás años estudiados. Aun así, dicho crecimiento es inferior respecto a la media nacional, al igual que ya se hipotetizaba al inicio del estudio. De igual forma, y en cuanto al papel desempeñado por de las denuncias se ha comprobado lo ya puesto de manifiesto Sanz- Barbero et al. (2016), la mayoría de las víctimas no habían denunciado e incluso un

porcentaje pequeño que había denunciado terminó asesinado. Por ello, en estudios posteriores se debería contemplar si contaban con medidas de protección y/o existía una red de apoyo de la víctima, al disminuir así la probabilidad de feminicidio, ya expuesto anteriormente por Echeburúa Odriozola & De Corral Gargallo, (2009).

Comparando los resultados obtenidos con las características obtenidas de las víctimas y de sus agresores, dejando de manifiesto que los agresores presentan una edad media

superior a la de las víctimas en el momento del asesinato, no hay diferencias en la

nacionalidad de ambos, pero las víctimas presentan una situación de empleo superior al de los agresores y acerca del nivel de estudio, su comparación se ve dificultada al faltar información acerca de las víctimas y algún agresor, aun así, en ambos grupos presentan estudios similares a excepción de una víctima que tenía estudios de grado. Asimismo, cabe destacar que estos

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resultados únicamente se refieren a nuestra CCAA, y en dicha muestra únicamente fueron casos ocurridos en Mallorca.

En relación con la personalidad de ambos, destaca la mayor tendencia al

neuroticismo, a la extroversión y al bajo psicoticismo de las víctimas en contraposición a los agresores que destacan por su tendencia al neuroticismo (aunque en una proporción menor que las víctimas), la introversión y el psicoticismo elevado. También, se encuentran diferencias en los antecedentes psicopatológicos, ningún agresor los presento y aunque la mayoría de las víctimas tampoco, una sí los presenta y de algunas se desconoce su historial.

También se encuentran diferencias en relación al consumo de sustancias, la gran mayoría de agresores sí consumían en contraposición al no consumo de la mayoría de las víctimas, aquellas que consumían en comparación con sus agresores, consumen más alcohol y menos alcohol mezclado con otras drogas y no presentan consumo de alcohol con tabaco, al igual que una proporción de agresores. Finalmente, comparando su apego en la relación se encuentra que la mayoría de los agresores presentaba un apego inseguro-ansioso frente al apego seguro de las víctimas, aunque de las víctimas se desconoce el mismo porcentaje de dicha información (42’9%).

Por otro lado, se ha visto dificultada la clasificación de los agresores según la clasificación de Aguilar-Ruiz (2018), ya que la mayoría no presentaban las mismas

características dictadas por este autor, encajando así en dos tipologías diferenciadas. Aun así, la mayoría de los agresores, presentaban un perfil antisocial, aunque el porcentaje encontrado de dicho perfil o de los demás, difería de los que encontraba Aguilar-Ruiz (2018) a nivel nacional; el perfil antisocial sí que es mayoritario a nivel nacional al igual que lo que se ha encontrado, pero no se ha encontrado ningún agresor con un historial previo de trastorno psicopatológico y los demás perfiles no se ha encontrado un agresor que encaje con ellos, sino que encajan en varios; dificultando así su clasificación.

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Asimismo, se cumple lo encontrado por Echeburúa Odriozola & De Corral Gargallo (2009), es decir, la mayoría de los feminicidas presentaban dependencia emocional e incluso de varios tipos hacía las víctimas y en la mayoría de los casos destacaba un historial previo de violencia, lo cual incrementa la probabilidad de ocurrencia del delito. También, se ha

encontrado un caso denominado “mercy killing”, donde el agresor era el cuidador principal de la víctima, teniendo una motivación diferente a los demás agresores.

Por otro lado, la mayoría de los agresores eran nacionales, al igual que sus víctimas, encontrando así que la inmigración en esta muestra no supuso un factor de riesgo ni una mayor incidencia del delito; al contrario de lo postulado por Echeburúa Odriozola & De Corral Gargallo (2009); Palacios Gómez, (2020); Sanz-Barbero et al., (2016); Serrano, (2019); Soria-Verde et al., (2019); Vives-Cases et al., (2008).

En cuanto al papel de las denuncias, aunque dos de ellas habían denunciado, no tenían medidas de protección interpuestas, una al tener la denuncia en su país de origen y la otra al no haberla formalizado, de ahí que no se relacionará con una menor probabilidad de ser asesinada, ya postulado por Sanz-Barbero et. Al. 2016 y Echeburúa Odriozola & De Corral Gargallo (2009).

Por otro lado, retomando los resultados obtenidos, los feminicidios fueron cometidos en mayor proporción en 2014 en Palma y/o Calvià, eran personas en proceso de separación, casados o expareja y en menor medida pareja en el momento de los hechos, la mayoría ya no convivían juntos, la mayoría tenían hijos y en la misma proporción eran o no fruto de ambos.

En el modus operandi, destaca el uso de arma blanca seguido por métodos combinados (asfixia y golpes) y la mayoría no estaban planificados, destaca también el

intento de suicidio postcrimen en contraposición a aquellos agresores que cometieron suicidio o los que no.

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En cuanto a la violencia ejercida antes del feminicidio, destaca la violencia

psicológica en la mayoría de los casos, seguida de la violencia física, violencia situacional con unidireccionalidad masculina y en la misma proporción violencia controladora-coercitiva masculina, seguida de la violencia sexual. Todos ellos tenían problemas durante el tiempo de relación, en la mayoría de los casos había control masculino, celos e incluso en casi la mitad de ellos había habido amenazas y/o conductas de acoso y acecho. Siendo así factores de riesgo al igual que se postulaba en Echeburúa Odriozola & De Corral Gargallo, (2009), Matias et. Al. (2020) y Taibo (2014).

Por tanto, se evidencia que la mayoría de las víctimas presentaban una baja percepción del peligro, y por tanto, una baja percepción del riesgo.

Para concluir, en este estudio y, a diferencia del estudio de Matias et al. (2020), en el que destaca la necesidad de obtener información de la dinámica de la relación, en este estudio sí se ha tenido en cuenta al tener dicha información del EHVdG, encontrando que más de la mitad de los casos se hubieran podido prevenir si se hubiera tenido en consideración todas las variables antes mencionadas. De todas maneras, cómo ya se ha dicho, en estos delitos la prevención es un hecho complejo.

Para terminar, si comparamos la información que se ha obtenido con la información del EHVdG obtenida a nivel nacional destacan diferencias en relación con los agresores. En las Islas Baleares el agresor tiene una edad media superior (49’29 años frente a la media nacional 46’8 años). Además, aunque estos agresores sean la mayoría nacionales, destaca un incremento de extranjeros en contraposición a la media nacional. Asimismo, en nuestra CCAA presentaron todos sesgos cognitivos del rol de género (en contraposición al 60%

nacional) y ninguno presentó antecedentes psicopatológicos frente al 31’6% nacional, destaca el uso de la arma blanca al igual que la muestra nacional, aunque en nuestra comunidad

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autónoma los agresores utilizaron en mayor medida métodos mixtos siendo minoritarios en la muestra a nivel nacional. También difieren en relación con su situación de empleo, siendo superior en la media nacional; y en su nivel de estudios, siendo superiores a nivel

autonómico.

7. Conclusiones

En virtud de todo lo expuesto cabe destacar que los objetivos planteados inicialmente se han cumplido, a excepción de poder clasificar los agresores según las tipologías o

establecer unas características definitorias de los agresores y las víctimas. Aunque se ha obtenido información, fue muy difícil clasificar a los agresores según las distintas tipologías, al no encajar con todas y cada una de sus características, por ello, se optó por clasificarlos en varias categorías o en la que encajaban mejor. Del mismo modo, como no hay dos casos iguales, se ha dificultado establecer características definitorias y unitarias tanto de agresores cómo de víctimas.

Tampoco se han cumplido las hipótesis previamente planteadas, aunque la referente a la incidencia del delito se ha cumplido parcialmente. Es decir, si se ha podido comprobar que el crecimiento del delito es inferior respecto a la media nacional, pero en nuestra comunidad autónoma no crece de forma exponencial, del 2010 al 2015, aunque sí hubo un crecimiento muy claro del 2015 al 2016. También, cabe destacar que referente a la hipótesis de las tipologías, al igual que se ha mencionado anteriormente, ha sido difícil establecer a los agresores en una categoría y tampoco se les ha podido clasificar únicamente según sí eran antisociales o normalizados; pero sí, cómo se hipotetizaba, según las cuatro tipologías de Aguilar-Ruiz (2018), aunque algunos de los agresores se han podido clasificar en dos de ellas. Tampoco se han obtenido establecer unas características unitarias y definitorias de las víctimas y agresores, al no tener dos casos iguales.

(29)

Finalmente, cabe destacar las numerosas limitaciones de este estudio. En primer lugar, se contó con una pequeña muestra poblacional, que no puede considerarse como una muestra representativa de dicha comunidad autónoma. Del mismo modo, es difícil obtener una

muestra mayor, ya que dicha muestra fue la que se analizó por el EHVdG.

En consecuencia, un estudio futuro podría centrarse en los casos de feminicidio en las Islas Baleares, pero con un rango temporal más amplio, teniendo así un mayor número de casos, añadiendo casos de las demás islas de nuestra comunidad autónoma, si los hubiera. De esta manera, se podría esclarecer de manera más amplia las características e implicaciones de este delito en la casuística de nuestra región. Por tanto, queda claro que es un campo donde es necesario seguir profundizando para poder avanzar en la difícil tarea de la prevención.

(30)

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